Autoestima: cómo te hablas, cómo te tratas, cómo te sientes contigo

La autoestima no es solo “gustarse” o mirarse al espejo con confianza. Es la manera en la que nos percibimos, nos valoramos y nos tratamos. Es ese diálogo interno constante que nos acompaña en todo lo que hacemos, y que puede ser nuestro mayor apoyo o nuestro peor saboteador.

Tener una autoestima sana no significa sentirse genial todo el tiempo, sino reconocer el propio valor incluso en los días difíciles. Significa poder equivocarse sin anularse, poner límites sin culpa, y aceptar nuestras luces y sombras sin caer en la exigencia ni en la autocrítica destructiva.

La autoestima no es fija. Se construye (o se reconstruye) a lo largo de la vida. Y cuando se trabaja desde la terapia, puede cambiar no solo cómo nos sentimos con nosotros mismos, sino cómo nos relacionamos con el mundo.

Señales de una autoestima dañada

A veces cuesta reconocer que el problema está en cómo nos tratamos. Estas son algunas señales que pueden indicar una autoestima baja o frágil:

  • Dificultad para poner límites o decir “no”

  • Autoexigencia extrema y perfeccionismo

  • Sentimiento frecuente de no ser suficiente

  • Comparaciones constantes con los demás

  • Miedo intenso a decepcionar

  • Dificultad para aceptar halagos o reconocer logros

  • Crítica interna constante

pexels-ryannielm-6505027

Tratamiento y acompañamiento

Trabajar la autoestima en terapia no es convertirse en alguien perfecto, seguro o “empoderado” todo el tiempo. Es aprender a estar contigo mismo sin atacarte, a hablarte con más comprensión, y a construir una identidad que no dependa del juicio externo.

En el proceso terapéutico se exploran los mensajes que has recibido (y repetido) sobre tu valor, tus capacidades y tu lugar en el mundo. Se revisan creencias, se aprende a identificar la voz crítica y se cultiva una forma de estar contigo más amable, más real y más libre.

A veces, el problema no es quién eres, sino lo que aprendiste a pensar de ti.

pexels-shkrabaanthony-7091836